Este corazón anatómico, inspirado en el arte japonés del kintsugi, celebra la belleza de lo imperfecto y la fuerza que surge de lo roto. Sus líneas doradas recuerdan que las cicatrices no son una señal de fragilidad, sino un mapa de todo lo que hemos superado.

Más que un amuleto, es un recordatorio de que incluso en los momentos de quiebre podemos renacer con más valor y autenticidad. Cada grieta transformada en luz simboliza la resiliencia, el amor propio y la capacidad de volver a latir con más fuerza.

Al llevarlo contigo, abrazas tu historia completa: lo que fuiste, lo que sanaste y lo que sigues construyendo. Un tributo a tu corazón, que aun con cicatrices, sigue siendo arte vivo.